Amuse-bouche

Un libro se convierte en parte de la vida de un persona por una suma de razones que tienen que ver simultáneamente con el libro y la persona. Me gustariá averiguar cuáles son en mi caso algunas de estas razones: por qué Madame Bovary removió estratos tan hondos en mi ser, qué me dio que otras historias no pudieron darme.


La primera razón es, seguramente, esa propensión que me ha hecho preferir desde niño las obras construidas como un orden riguroso y simétrico, con principio y fin, que se cierran sobre sí mismas y dan la impresión de la soberanía y lo acabado, sobre aquellas abiertas, que deliberadamente sugieren lo indeterminado, lo vago, lo en proceso, lo a medio hacer. Es posible que estas últimas sean imágenes más fieles de la realidad y de la vida, inacabadas siempre y siempre a medio hacer, pero, justamente, lo que sin duda he buscado por instinto y me ha gustado encontrar en los libros, las películas, los cuadros, no ha sido un reflejo de esa parcialidad infinita, de ese inconmensurable fluir, sino, más bien, lo contrario: totalizaciones, conjuntos que, gracias a una estructura audaz, arbitraria pero convincente, dieran la ilusión de sintetizar lo real, de resumir la vida.




Mario Vargas Llosa (1975). La orgía perpetua.

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