Reflexión necesaria.




Ahora que ya ha pasado el momento de la verbena por la celebración de nuestra Independencia y que se acerca peligrosamente el festejo de la Revolución me gustaría ofrecer para su degustación una breve lectura:

Reflexiones express.

Los momentos de gran alegría y de gran reflexión tienen algunas cosas en común, suelen deberse a fechas especiales o a los acontecimientos que nos conmueven. Sin embargo el camino de la reflexión muchas veces no nos conduce por un camino placentero y el estado de éxtasis tampoco da mucho pie al sabor amargo de las reflexiones profundas.

La celebración de las fechas claves en nuestra historia producen alguno de los dos estados mencionados: una alegría desenfrenada o un estado melancólico producto de mirar la realidad que se vive. En este momento de la historia en México, es fácil dejarse encandilar por los extremos, porque cualquier acto que no se desvié hacia el negro o el blanco, será considerado de una gran tibieza, y eso es una afrenta para muchos de los que vivimos aquí. Algunos nos sentiremos eufóricos por celebrar a nuestra nación, y nos fascinamos con todo el folklor que nos caracteriza. Porque si algo tenemos de sobra son los colores y las sonrisas que damos generosos a todo aquel que nos encuentre de buen ánimo en la fiesta.


Por otro lado habrá quien piense que en este momento no hay cabida para la celebración en un país de gran pobreza, desigualdad y en un clima de violencia como pocos tendran la mala fortuna de experimentar.

Entiendo perfectamente, es fácil dejarnos llevar hacia los polos porque eso nos simplifica las cosas, no nos pone en una situación incómoda en la cual hay que dar explicaciones para ambos lados, en la cual no hay que pensar gran cosa para conciliar y con solo repetir razones ya conocidas es más que suficiente para justificar nuestra cara de la moneda. Yo sé bien que este es el camino mas cómodo.

Pero dejando de lado un momento nuestra posición, es posible empezar a vislumbrar una mezcla de sensaciones extrañas en las que desfilan la catarsis, el desaliento y la preocupación por la dolorosa realidad viven y sufren algunos mexicanos, pero también viene a nosotros la calma que deja tras de sí la tormenta, esa voluntad de dar el último esfuerzo para salir de la brecha y la imperiosa necesidad de ser diferente; este parece ser un trago difícil de asimilar por las distintas texturas que lo componen, pero en realidad se vuelve mucho más difícil de digerir porque no estamos dispuestos a abrir la boca, ni a movernos de nuestro sitio de confort.

Quisiera invitar a todo aquel que esté dispuesto a abrir la boca a que se permita experimentar ambas cosas: la alegría de vivir en México y la reflexión concienzuda de nuestra contribución al país que lo necesita. Yo sé que es de una gran inocencia pretender que cada quien haga lo que le toca, empezando por nuestros actores políticos, que también han preferido tomar cómodamente un extremo, pero quizás en alguno de ellos la alegría y la reflexión de estas fechas también lo impulsen a sentir dicha al velar por una nación y quepa en él la reflexión sobre la influencia que tienen sus decisiones en la vida de millones de personas.

La sociedad también tendría que reflexionar sobre su propio destino, en donde las acciones pueden darnos un golpe de moral y conciencia, pueden proporcionarnos la alegría de sentirnos involucrados en el desarrollo de nuestra aspiracion de país. Nosotros somos capaces de ser todo lo que deseamos y de vivir en paz, pero también depende de nuestro trabajo.

Tenemos que blindarnos, no con armas, sino con el ejemplo y con la esperanza de vivir de una mejor manera. Deseo, en este momento de alegría y reflexión poder hacer algo para salvar a mi país, para salvar a las personas que viven en el. Yo me comprometo a dar con mi conducta lo que pueda ofrecer y a generar un compromiso con mi país para devolver la alegría que me ha proporcionado.

Porque este es el país de mi padres, de mis hermanos y mis niños tan queridos, del amor de mi vida y de tanta gente que no conozco pero que me gustaría que viviera feliz, prometo dar en mis acciones todo lo que pueda para hacer para que estos momentos de felicidad y reflexión estén encaminados a algo más que una simple catarsis.








Lisa

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