El discurso valió la bala
Carlos
Salinas de Gortari estaba deseoso de cosechar todo lo que había sembrado
durante décadas, se sentía destinado a convertirse en uno de los mejores
presidentes en la historia de México, recordado con agrado como Juarez o
Cárdenas. No había límite en el cielo de su ambición ya que se disponía a
conseguir la dirección de un organismo internacional como la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico, el Fondo Monetario Internacional o la
mismísima Organización de las Naciones Unidas para continuar con esa inercia
ganadora, la de un Maquiavelo mexicano que con inteligencia, elocuencia y habilidad política movía a México.
En
el escritorio del presidente se encontraba un discurso que iba a cambiar el
rumbo de la historia moderna de nuestro país, debieron ser unas 30 hojas que
cimbrarían la Presidencia, al PRI y a la sociedad mexicana que veía con buenos
ojos al Ejecutivo; un pueblo que a pesar de los conflictos en el sur, se
preparaba para disfrutar de la Copa Mundial de Futbol con grandes esperanzas de
que la selección liderada por Hugo Sánchez, hiciera su mejor papel.
El
discurso que valió la bala se fue elaborando desde el domingo 23 de noviembre
de 1993 cuando Luis Donaldo Colosio recibe la nominación del Partido
Revolucionario Institucional como su candidato a la presidencia. Para esta
tarea se convocó a Javier Treviño Cantú, hoy Subsecretario de Educación Básica;
Víctor Samuel Palma César, hoy Subdirector de Crédito del Fondo de la Vivienda
del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado;
y Cesáreo Morales que se retiró de la política en el momento del asesinato en
Lomas Taurinas el 23 de marzo de 1994.
Javier,
Samuel y Cesáreo habrían lidiado con las posiciones, las frases y los hechos
por muchos meses, pero con más intensidad en los últimos días, previos al 5 de
marzo, cuando el discurso debía estar en el despacho de Carlos Salinas de
Gortari para su visto bueno. Fue hasta ese día en que los redactores
descansaron para no volver a estar tranquilos jamás, en esas horas en donde
junto con el candidato y su equipo de campaña solo se imaginaban que podría
estar pasando por la cabeza del presidente al leer que su sucesor desmontaría
la dinámica histórica del PRI y muy probablemente su legado. El Ejecutivo debió
enfurecer cuando repasaba frases como “Cuando el gobierno ha pretendido
concentrar la iniciativa política ha debilitado al PRI”; “¡No queremos ni
concesiones al margen de los votos ni votos al margen de la ley!”; “… no
pretendamos que el gobierno desempeñe las funciones que sólo a nosotros, como
partido, nos corresponde desempeñar”; “El gobierno no nos dará el triunfo”;
“Los tiempos de la competencia política en nuestro país han acabado con toda
presunción de la existencia de un partido de Estado”; “¡Cambiemos, sí!
¡Cambiemos!”
Cuentan
los autores materiales del sacrílego discurso que se sentaron durante horas y
días para redactar, discutir, reír y enojarse alrededor de las ideas que
fluían, alrededor de las versiones que Luis Donaldo revisaba en su casa de San
Ángel tachando párrafos, escribiendo y reescribiendo, practicando su oratoria,
sabedores de la inminencia que removería las entrañas del presidente mexicano
más poderoso de la segunda mitad del siglo XX. Javier, Samuel y Cesáreo
prestaron sus manos para realizar un discurso repetitivo, débil en términos
retóricos, con poco vocabulario y
alejado de la sensibilidad del receptor pero incendiario, disruptivo
para la política mexicana y letal para su orador.
Salinas
de Gortari había superado pruebas muy difíciles a lo largo de su carrera:
sorteó el escándalo político de la escisión de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio
Muñoz Ledo del PRI para formar el PRD aglutinando a los partidos de izquierda;
lidió con una campaña en medio de una nueva crisis económica; superó en el
proceso electoral a dos personajes históricos de la oposición en México, Manuel
Clouthier del PAN y el ya mencionado Cárdenas; se hizo de las riendas de un
gobierno impregnado por el fraude a base de decisiones audaces como la
negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Estados
Unidos y Canadá, la inserción de México en la Organización para la Cooperación
y Desarrollo Económico y la Organización Mundial de Comercio, redujo la deuda
externa del país a menos de la mitad y fue promotor de una política para
combatir la pobreza creando el programa Solidaridad.
Pero
nada importa como la última decisión y somos tan malos o tan buenos como las
acciones que hacemos u omitimos en este momento, es por eso que cada campaña y
cada comienzo son una oportunidad para hacer las cosas de manera diferente,
para remendar, cambiar o mejorar lo que se ha hecho. No en balde la nominación
de Colosio enamoró a millones de mexicanos que veían en él un cambio real, no
por nada el evento en el Monumento a la Revolución estaba armado con los
mejores elementos histriónicos que hasta Stalin envidiaría. El escenario veía
de frente la figura del monumento – lo que hubiese sido el lobby del Congreso
mexicano antes de iniciar la Revolución Mexicana – y le daba la espalda la
avenida Reforma, de su lado derecho tenía al Frontón de México – donde en 1939
se había fundado el Partido Acción Nacional – cubierto por mantas que colgaban
desde el techo hasta la banqueta con el nombre del candidato. En el escenario
tenía una abertura vertical de unos 10 metros en el centro que junto con el
logo del PRI asemejaban una cruz sobre Luis Donaldo y de frente al templete una
calle central que dividía en dos la plaza donde los grupos clientelares del
partido nacionalista revolucionario vieron pasar a su nueva figura, estando en
primera fila los Gobernadores de la época, Manlio Fabio Beltrones hoy
presidente del partido; Manuel Bartlett hoy Coordinador de los Senadores del
PT; Diodoro Carrasco hoy parte de la campaña del Gobernador de Puebla a la
presidencia; Enrique Burgos hoy Senador del PRI; y Enrique Villanueva hoy preso
en una cárcel de Estados Unidos, entre muchos más.
Ante
el sol que caía a medio día en esa plaza sin ningún tipo de sombra para el
candidato y para los miles de acarreados, seguidores y militantes que
escuchaban el primer gran discurso del nuevo líder - el mejor programado del
proceso según Ernesto Zedillo coordinador de su campaña - Colosio comenzó
diciendo “Aquí está el PRI con su fuerza, aquí está el PRI con sus
organizaciones, aquí está el PRI con su recia vocación política, aquí está el
PRI en pie de lucha”.
El
carismático candidato había preparado un discurso carente de emotividad que
requería de los gritos para compensar la debilidad argumentativa de los
enunciados que empezaban con incesantes “Aquí está”, “Hoy”, “Es la hora” y
“Somos”. Fueron 49 minutos largos e intrascendentes que solo alcanzaron a
invocar la aparente gratitud que la sociedad mexicana debería tener al PRI por
habernos salvado de una dictadura como la mayoría de las latinoamericanas y por
habernos dado estabilidad después de la llamada “Revolución Mexicana”
A
pesar del orgullo por el origen y la cuna revolucionaria que Colosio tenía de
su partido, ese movimiento no fue más que una revuelta de caudillos y no una
Revolución - según Macario Schettino en su libro 100 años de confusión - del
cual Francisco I. Madero fue su precursor pero murió traicionado, donde
Francisco Villa y Emiliano Zapata frente a la silla del poder decidieron seguir
en la batalla antes que gobernar una nueva nación, asesinando a Venustiano
Carranza promotor de nuestra Constitución. Es hasta que Plutarco Elías Calles
toma el control y aglutina a los caudillos durante el Maximato siendo él, el
jefe máximo, formando el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) para que
después Lázaro Cárdenas llegara y conformara una estructura clientelar
cambiando el nombre de la organización por el Partido Nacional Revolucionario
(PNR) y en su última transformación durante el Siglo XX con Miguel Alemán
adoptando el nombre que conocemos, Partido Revolucionario Institucional, el
PRI.
Ya
para 1994 Carlos Salinas de Gortari creía haber superado las pruebas más
importantes en su carrera política, pero el 5 de marzo tomó una determinación
que marco el resto de su vida, ya que a partir de la muerte de Luis Donaldo
Colosio todo se despedazo aceleradamente. Se convirtió junto con Manuel Camacho
en el principal sospechoso del magnicidio, fue el primer mandatario mexicano
sometido a un interrogatorio por autoridades judiciales cuando declaró durante
12 horas respondiendo 397 preguntas, justificando sus acciones desde finales de
noviembre de 1993 hasta marzo de 1994.
A
todo esto se le puede sumar que el 28 de septiembre de 1994 a las 9:30 horas
fue asesinado el Secretario General del PRI, José Francisco Ruiz Massieu (padre
de la actual Secretaria de Relaciones Exteriores), como parte de una
conspiración dentro del mismo partido y al parecer avalada por Raúl Salinas,
hermano del presidente de la República.
Si
eso no fuera suficiente para el mandatario y para el país, el 1º de diciembre
de 1994, Ernesto Zedillo recibe de Carlos Salinas la banda presidencial, dando
comienzo a una de las crisis económicas más importantes en la historia de
México, que se venía gestando desde el año 1993 pero que explotó en el inicio
del sexenio del otrora coordinador de campaña de Colosio. Cuando el expresidente
Salinas cedió el poder sólo fue la ratificación de lo que desde el 5 de marzo
de ese mismo año en su oficina había perdido por completo.
En
ese año los mexicanos podían ver en los cines Pulp Fiction, Forrest Gump, El
Rey Leon, Natural born killers, Maxima velocidad, Cuatro bodas y un funeral, La
máscara y Balas sobre Nueva York, entre otras. También podían leer Acid House
de Irvine Welsh, Del amor y otros demonios de Gabriel García Márquez, Diana o
la cazadora solitaria de Carlos Fuentes, El callejón de los milagros de Vicente
Leñero, El juego de los caballos de Fernando Savater, Insomnia de Stephen King,
Itinerario de Octavio Paz, La lentitud de Milan Kundera y Las reglas del método
sociológico de Durkheim, entre otros. Tambien era posible escuchar a Aerosmith,
Bon Jovi, Chumbawamba, Green Day, Ice Cube, Gun´s n Roses, Madonna, Oasis, Blur
y La culebra.
Ese
5 de marzo de 1994 Carlos Salinas debió tener en su despacho de Los Pinos,
libros de historia como el de Bernal Díaz del Castillo; biografías de Morelos,
Hidalgo o Juárez; quizá una pintura de Velasco, Tamayo o Toledo, todo el
escenario ideal para que junto con su asesor principal y coordinador de
gabinete, José Córdoba - para muchos la mente detrás del salinismo, hoy
empresario y cabildero de la industria energética, - discutir los alcances y
repercusiones del escandaloso discurso que Colosio pretendía pronunciar al
siguiente día. En ese momento debían decidir qué responderle al candidato, se
debatían entre aceptar ese discurso con un mensaje que apuñalaba al PRI y a la
nación entera, o negarse y maniobrar para evitar que esa ponencia exhibiera no
solo a su gobierno, sino a las prácticas históricas del partido único,
autoritario y antidemocrático.
La
última decisión la tomó el presidente, muy probablemente la decisión que
marcaría su gobierno y su legado, ese que tanto defendió antes y sigue defendiendo
ahora. Carlos Salinas de Gortari optó por retar a Luis Donaldo Colosio, porque
a pesar de lo que la teoría del complot nos orilla a pensar, no había un
conflicto insalvable entre ellos, se veían con respeto y eran parte de una
generación de cambio en lo económico, político y social. Pero el presidente no
podía dejar pasar esta, fue entonces cuando dijo que sí, decidió dar su visto
bueno, pero con una advertencia. "a ver si se atreve este cabrón"
"se tendrá que atener a la consecuencias".
El
orgullo revolucionario invocado por Colosio en el discurso había cobrado su
última gran víctima el 17 de julio de 1928 a las 14:20 horas, durante la El
discurso valió la bala celebración de la reelección de Álvaro Obregón en el
desaparecido restaurante de La Bombilla en San Ángel, cuando el caricaturista
José de León Toral se le acercó por la espalda y le disparó. Habían pasado casi
65 años cuando la revolución institucional cercana al Siglo XXI hacia justicia
de la manera tradicional, convirtiendo en mártir al orgulloso candidato el 23
de marzo de 1994 a las 19:12 horas, en la Colonia Lomas Taurinas de Tijuana,
Baja California.
"No
se hagan bolas, el candidato es Luis Donaldo Colosio"
¡Vámonos,
vámonos!
¡Quítate
cabrón!
Una
bala de la Taurus calibre 38.
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