El discurso valió la bala




 
El 5 de marzo de 1994 Luis Donaldo Colosio mandó a Los Pinos el discurso que pronunciaría un día después en el Monumento a la Revolución, para que Carlos Salinas lo leyera y pudiera comprobar hasta qué punto el candidato elegido por él, se había salido por completo de su control, como muchas cosas en ese año tétrico en la historia del país.

Carlos Salinas de Gortari estaba deseoso de cosechar todo lo que había sembrado durante décadas, se sentía destinado a convertirse en uno de los mejores presidentes en la historia de México, recordado con agrado como Juarez o Cárdenas. No había límite en el cielo de su ambición ya que se disponía a conseguir la dirección de un organismo internacional como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el Fondo Monetario Internacional o la mismísima Organización de las Naciones Unidas para continuar con esa inercia ganadora, la de un Maquiavelo mexicano que con inteligencia, elocuencia  y habilidad política movía a México.

En el escritorio del presidente se encontraba un discurso que iba a cambiar el rumbo de la historia moderna de nuestro país, debieron ser unas 30 hojas que cimbrarían la Presidencia, al PRI y a la sociedad mexicana que veía con buenos ojos al Ejecutivo; un pueblo que a pesar de los conflictos en el sur, se preparaba para disfrutar de la Copa Mundial de Futbol con grandes esperanzas de que la selección liderada por Hugo Sánchez, hiciera su mejor papel.

El discurso que valió la bala se fue elaborando desde el domingo 23 de noviembre de 1993 cuando Luis Donaldo Colosio recibe la nominación del Partido Revolucionario Institucional como su candidato a la presidencia. Para esta tarea se convocó a Javier Treviño Cantú, hoy Subsecretario de Educación Básica; Víctor Samuel Palma César, hoy Subdirector de Crédito del Fondo de la Vivienda del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado; y Cesáreo Morales que se retiró de la política en el momento del asesinato en Lomas Taurinas el 23 de marzo de 1994.

Javier, Samuel y Cesáreo habrían lidiado con las posiciones, las frases y los hechos por muchos meses, pero con más intensidad en los últimos días, previos al 5 de marzo, cuando el discurso debía estar en el despacho de Carlos Salinas de Gortari para su visto bueno. Fue hasta ese día en que los redactores descansaron para no volver a estar tranquilos jamás, en esas horas en donde junto con el candidato y su equipo de campaña solo se imaginaban que podría estar pasando por la cabeza del presidente al leer que su sucesor desmontaría la dinámica histórica del PRI y muy probablemente su legado. El Ejecutivo debió enfurecer cuando repasaba frases como “Cuando el gobierno ha pretendido concentrar la iniciativa política ha debilitado al PRI”; “¡No queremos ni concesiones al margen de los votos ni votos al margen de la ley!”; “… no pretendamos que el gobierno desempeñe las funciones que sólo a nosotros, como partido, nos corresponde desempeñar”; “El gobierno no nos dará el triunfo”; “Los tiempos de la competencia política en nuestro país han acabado con toda presunción de la existencia de un partido de Estado”; “¡Cambiemos, sí! ¡Cambiemos!”

Cuentan los autores materiales del sacrílego discurso que se sentaron durante horas y días para redactar, discutir, reír y enojarse alrededor de las ideas que fluían, alrededor de las versiones que Luis Donaldo revisaba en su casa de San Ángel tachando párrafos, escribiendo y reescribiendo, practicando su oratoria, sabedores de la inminencia que removería las entrañas del presidente mexicano más poderoso de la segunda mitad del siglo XX. Javier, Samuel y Cesáreo prestaron sus manos para realizar un discurso repetitivo, débil en términos retóricos, con poco vocabulario y  alejado de la sensibilidad del receptor pero incendiario, disruptivo para la política mexicana y letal para su orador.

Salinas de Gortari había superado pruebas muy difíciles a lo largo de su carrera: sorteó el escándalo político de la escisión de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo del PRI para formar el PRD aglutinando a los partidos de izquierda; lidió con una campaña en medio de una nueva crisis económica; superó en el proceso electoral a dos personajes históricos de la oposición en México, Manuel Clouthier del PAN y el ya mencionado Cárdenas; se hizo de las riendas de un gobierno impregnado por el fraude a base de decisiones audaces como la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Estados Unidos y Canadá, la inserción de México en la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico y la Organización Mundial de Comercio, redujo la deuda externa del país a menos de la mitad y fue promotor de una política para combatir la pobreza creando el programa Solidaridad.

Pero nada importa como la última decisión y somos tan malos o tan buenos como las acciones que hacemos u omitimos en este momento, es por eso que cada campaña y cada comienzo son una oportunidad para hacer las cosas de manera diferente, para remendar, cambiar o mejorar lo que se ha hecho. No en balde la nominación de Colosio enamoró a millones de mexicanos que veían en él un cambio real, no por nada el evento en el Monumento a la Revolución estaba armado con los mejores elementos histriónicos que hasta Stalin envidiaría. El escenario veía de frente la figura del monumento – lo que hubiese sido el lobby del Congreso mexicano antes de iniciar la Revolución Mexicana – y le daba la espalda la avenida Reforma, de su lado derecho tenía al Frontón de México – donde en 1939 se había fundado el Partido Acción Nacional – cubierto por mantas que colgaban desde el techo hasta la banqueta con el nombre del candidato. En el escenario tenía una abertura vertical de unos 10 metros en el centro que junto con el logo del PRI asemejaban una cruz sobre Luis Donaldo y de frente al templete una calle central que dividía en dos la plaza donde los grupos clientelares del partido nacionalista revolucionario vieron pasar a su nueva figura, estando en primera fila los Gobernadores de la época, Manlio Fabio Beltrones hoy presidente del partido; Manuel Bartlett hoy Coordinador de los Senadores del PT; Diodoro Carrasco hoy parte de la campaña del Gobernador de Puebla a la presidencia; Enrique Burgos hoy Senador del PRI; y Enrique Villanueva hoy preso en una cárcel de Estados Unidos, entre muchos más.

Ante el sol que caía a medio día en esa plaza sin ningún tipo de sombra para el candidato y para los miles de acarreados, seguidores y militantes que escuchaban el primer gran discurso del nuevo líder - el mejor programado del proceso según Ernesto Zedillo coordinador de su campaña - Colosio comenzó diciendo “Aquí está el PRI con su fuerza, aquí está el PRI con sus organizaciones, aquí está el PRI con su recia vocación política, aquí está el PRI en pie de lucha”.

El carismático candidato había preparado un discurso carente de emotividad que requería de los gritos para compensar la debilidad argumentativa de los enunciados que empezaban con incesantes “Aquí está”, “Hoy”, “Es la hora” y “Somos”. Fueron 49 minutos largos e intrascendentes que solo alcanzaron a invocar la aparente gratitud que la sociedad mexicana debería tener al PRI por habernos salvado de una dictadura como la mayoría de las latinoamericanas y por habernos dado estabilidad después de la llamada “Revolución Mexicana”

A pesar del orgullo por el origen y la cuna revolucionaria que Colosio tenía de su partido, ese movimiento no fue más que una revuelta de caudillos y no una Revolución - según Macario Schettino en su libro 100 años de confusión - del cual Francisco I. Madero fue su precursor pero murió traicionado, donde Francisco Villa y Emiliano Zapata frente a la silla del poder decidieron seguir en la batalla antes que gobernar una nueva nación, asesinando a Venustiano Carranza promotor de nuestra Constitución. Es hasta que Plutarco Elías Calles toma el control y aglutina a los caudillos durante el Maximato siendo él, el jefe máximo, formando el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) para que después Lázaro Cárdenas llegara y conformara una estructura clientelar cambiando el nombre de la organización por el Partido Nacional Revolucionario (PNR) y en su última transformación durante el Siglo XX con Miguel Alemán adoptando el nombre que conocemos, Partido Revolucionario Institucional, el PRI.

Ya para 1994 Carlos Salinas de Gortari creía haber superado las pruebas más importantes en su carrera política, pero el 5 de marzo tomó una determinación que marco el resto de su vida, ya que a partir de la muerte de Luis Donaldo Colosio todo se despedazo aceleradamente. Se convirtió junto con Manuel Camacho en el principal sospechoso del magnicidio, fue el primer mandatario mexicano sometido a un interrogatorio por autoridades judiciales cuando declaró durante 12 horas respondiendo 397 preguntas, justificando sus acciones desde finales de noviembre de 1993 hasta marzo de 1994.

A todo esto se le puede sumar que el 28 de septiembre de 1994 a las 9:30 horas fue asesinado el Secretario General del PRI, José Francisco Ruiz Massieu (padre de la actual Secretaria de Relaciones Exteriores), como parte de una conspiración dentro del mismo partido y al parecer avalada por Raúl Salinas, hermano del presidente de la República.

Si eso no fuera suficiente para el mandatario y para el país, el 1º de diciembre de 1994, Ernesto Zedillo recibe de Carlos Salinas la banda presidencial, dando comienzo a una de las crisis económicas más importantes en la historia de México, que se venía gestando desde el año 1993 pero que explotó en el inicio del sexenio del otrora coordinador de campaña de Colosio. Cuando el expresidente Salinas cedió el poder sólo fue la ratificación de lo que desde el 5 de marzo de ese mismo año en su oficina había perdido por completo.

En ese año los mexicanos podían ver en los cines Pulp Fiction, Forrest Gump, El Rey Leon, Natural born killers, Maxima velocidad, Cuatro bodas y un funeral, La máscara y Balas sobre Nueva York, entre otras. También podían leer Acid House de Irvine Welsh, Del amor y otros demonios de Gabriel García Márquez, Diana o la cazadora solitaria de Carlos Fuentes, El callejón de los milagros de Vicente Leñero, El juego de los caballos de Fernando Savater, Insomnia de Stephen King, Itinerario de Octavio Paz, La lentitud de Milan Kundera y Las reglas del método sociológico de Durkheim, entre otros. Tambien era posible escuchar a Aerosmith, Bon Jovi, Chumbawamba, Green Day, Ice Cube, Gun´s n Roses, Madonna, Oasis, Blur y La culebra.

Ese 5 de marzo de 1994 Carlos Salinas debió tener en su despacho de Los Pinos, libros de historia como el de Bernal Díaz del Castillo; biografías de Morelos, Hidalgo o Juárez; quizá una pintura de Velasco, Tamayo o Toledo, todo el escenario ideal para que junto con su asesor principal y coordinador de gabinete, José Córdoba - para muchos la mente detrás del salinismo, hoy empresario y cabildero de la industria energética, - discutir los alcances y repercusiones del escandaloso discurso que Colosio pretendía pronunciar al siguiente día. En ese momento debían decidir qué responderle al candidato, se debatían entre aceptar ese discurso con un mensaje que apuñalaba al PRI y a la nación entera, o negarse y maniobrar para evitar que esa ponencia exhibiera no solo a su gobierno, sino a las prácticas históricas del partido único, autoritario y antidemocrático.

La última decisión la tomó el presidente, muy probablemente la decisión que marcaría su gobierno y su legado, ese que tanto defendió antes y sigue defendiendo ahora. Carlos Salinas de Gortari optó por retar a Luis Donaldo Colosio, porque a pesar de lo que la teoría del complot nos orilla a pensar, no había un conflicto insalvable entre ellos, se veían con respeto y eran parte de una generación de cambio en lo económico, político y social. Pero el presidente no podía dejar pasar esta, fue entonces cuando dijo que sí, decidió dar su visto bueno, pero con una advertencia. "a ver si se atreve este cabrón" "se tendrá que atener a la consecuencias".

El orgullo revolucionario invocado por Colosio en el discurso había cobrado su última gran víctima el 17 de julio de 1928 a las 14:20 horas, durante la El discurso valió la bala celebración de la reelección de Álvaro Obregón en el desaparecido restaurante de La Bombilla en San Ángel, cuando el caricaturista José de León Toral se le acercó por la espalda y le disparó. Habían pasado casi 65 años cuando la revolución institucional cercana al Siglo XXI hacia justicia de la manera tradicional, convirtiendo en mártir al orgulloso candidato el 23 de marzo de 1994 a las 19:12 horas, en la Colonia Lomas Taurinas de Tijuana, Baja California.

"No se hagan bolas, el candidato es Luis Donaldo Colosio"

¡Vámonos, vámonos!

¡Quítate cabrón!

Una bala de la Taurus calibre 38.




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